Esa cosa llamada fútbol

El fútbol es un estado de ánimo y muchas otras cosas. Está claro que excede el concepto de deporte. Es nuestro circo Romano. Los jugadores son nuestros gladiadores. Las pasiones se derraman y en muchas ocasiones los bajos instintos. Pero sí, el fútbol es mucho más.

Podemos debatir por qué hoy se ha convertido en todo eso. Las toneladas de millones que se mueven alrededor de clubes y futbolistas; las inversiones publicitarias; los negocios paralelos. Sea como fuere, para bien y para mal el fútbol mueve montañas.

Los que somos de ciudades pequeñas y alejadas de las grandes urbes que son también las que agitan este cotarro, estamos poco acostumbrados a las grandes gestas que nuestros equipos nos pudieran regalar. En Granada tenemos que recordar las muescas en la culata de nuestros éxitos con ascensos, algunos goles en propia meta míticos, lesionados de chaqué cuyas heridas definieron a todo un equipo, algún penalti histórico y, lo más grande logrado hasta la fecha, un subcampeonato de Copa ante el que siempre lo gana todo, también en los 50.

Quizás, por esa sequía de triunfos, valoramos más que nadie los escasos regalos que los dioses futbolísticos nos regalan de era en era. Después de un paso por Primera para olvidar, sobre todo en el último año, un conjunto de jugadores desconocidos, guiados por un nuevo Moisés capaz de abrir mares de motivación y acabar con la plaga de la malafollá más cruenta, han logrado hacer felices a familias granadinas que ya no van a Los Cármenes a expiar pecados pasados y futuros. Ir al fútbol cada domingo (o cada viernes, o cada sábado, o cada lunes, que tiene tela la cosa) ya no es recrear los círculos del Infierno de Dante durante 90 minutos. Llevamos una temporada (18/19) y parte de otra (19/20), donde uno va al estadio para ser feliz reproduciendo frases malsonantes contra el árbitro o el rival, pero nunca contra los nuestros. Y eso ya es noticia.

Y no sólo vamos a nuestro estadio para eso, sino que el rojiblanco horizontal salpica las gradas de los estadios rivales como nunca yo había visto en la máxima categoría. El Granada va al Bernabéu como segundo de La Liga para intentar robarle el liderato a los de Florentino, y los pone contra las cuerdas haciendo bandera de algo que, quizás por simple ya está tan en desuso: la casta, el orgullo, la pelea… en suma, por sacar a relucir principios básicos del deporte en equipo.

No sé qué pasará el próximo domingo (o viernes, o sábado o lunes), ni tampoco sé dónde estará el Granada en el mes de junio. Lo que sí sé es lo que hoy por hoy nos regala un equipo que se ha convertido en el emblema de una ilusión, un carromato de amor propio que nos recuerda que soñar no solo es posible, sino necesario, y que gracias a los sueños se ha conseguido crecer y avanzar siempre.

Así lucía la grada del Bernabéu el pasado sábado (foto: Mamen Sánchez )

Cuando yo era niño, ninguno de los niños de mi entorno era del Granada. Ni siquiera yo que, por aquél entonces bebía los vientos por el brujo Quini. El Granada viajaba fantasmagórico por las catacumbas del fútbol con las camisetas roídas de los tiempos gloriosos de Candi, Aguirre, Fernández, Pirri, De la Cruz, Barrios, Porta, Izcoa, Ñito… hoy, los niños invaden de rojiblanco horizontal las gradas de los más grandes circos romanos para disfrutar con un aguerrido grupo de chavales que han decidido ser felices haciéndonos felices a los demás. Es lo que tiene el fútbol cuando apagas el neón, que se queda en un simple deporte que resulta ser maravilloso.

Gracias.

1 comentario en “Esa cosa llamada fútbol

  1. Fernando de la Guardia 06/10/2019 — 21:33

    Hermano, comparto tu reflexión absolutamente. Gracias por estas líneas. Un fuerte abrazo

    Me gusta

Deja un comentario