He querido empezar este post con el vídeo de más arriba. Se trata del extracto de una charla del alcalde de Granada en un acto que tuvo lugar en Segovia, compartido en su Facebook, y me da pie para lanzar alguna reflexión sobre la comunicación en política.
Lo primero que deberíamos saber es que cuando un responsable público habla, todo lo que dice está sometido al escrutinio general. Lo segundo, que las redes sociales han derribado todos los muros de la privacidad y que todo lo que sea dicho donde haya más de dos personas puede aparecer en el espacio 2.0 expandiéndose de manera directamente proporcional a lo absurdo de lo dicho, que será una inmensa bola de nieve cuanto más ridículo sea lo comentado. Lo que parece de género cómico es que sea uno mismo el altavoz de su propia tontería.
El vídeo del comienzo del post dura cinco segundos. En él, Luís Salvador dice, sin asomo alguno de duda, que la de Granada es una de las cinco catedrales más antiguas de Europa. Parto de la base de que nadie, tampoco un cargo público, tiene la obligación de saber de todo, pero el alcalde de una ciudad como Granada, al menos debería tener unas nociones básicas de la historia de su ciudad, mucho más porque cada vez que hable en público lo hará representando a toda ella, por lo que una ridiculez en boca del alcalde adquiere un rango mayúsculo.

En esos cinco segundos, Salvador revienta la Historia del Arte, borra el gótico (y todo lo anterior al gótico) como estilo arquitectónico globalizador de las primeras catedrales europeas y, lo que agrava aún más el tema, evidencia un absoluto desconocimiento de los hechos históricos que han configurado, en este caso Granada, a lo largo de los siglos. Es puro sentido común, ¿una ciudad que ha sido musulmana desde el siglo VIII y que cae en manos cristianas prácticamente en el XVI, puede tener una de las catedrales católicas más antiguas de Europa?
El problema que tiene un error de ese calibre es de credibilidad. Decir lo primero que pasa por la cabeza es el mejor método para ocasionar constantes crisis de comunicación perfectamente evitables con un poco de estudio y preparación. Alguien capaz de soltar una tontería así sin que se le mueva una ceja, ¿qué podrá decir más sin ser cierto?
No hablo aquí de la mentira o de la verdad. Hablo de la credibilidad, hablo de la confianza en el discurso, hablo del respeto al cargo que se ostenta y a la ciudad que se representa, del respeto al discurso como base del proyecto político que se pretende defender en cada intervención pública que, en este caso, parece haberse ido al mismo sitio donde Salvador envió toda la arquitectura medieval de un solo plumazo.
Si quien pretende que Granada sea capital cultural europea evidencia un desconocimiento tan grande del patrimonio cultural de la ciudad, hace un flaquísimo favor a su presunto proyecto, al que resta de todo tipo de valor y, como ya hemos dicho, de toda credibilidad.