La paradoja de ETA

Muchas y muy buenas series (de ficción y documentales) se están haciendo recientemente sobre uno de los episodios más duros y oscuros de la historia reciente de nuestro país. Y es de agradecer. Es muy importante que ahora, cuando ETA no deja de ser un mal recuerdo, una pesadilla, un resquemor prolongado, se aporte al espacio que debe ocupar la necesaria memoria de aquellos hechos, un buen material que traduzca y almacene todo lo que significó aquel periodo de terror, plomo, sangre y muerte indiscriminada.

El pasado sábado, mientras comíamos en casa de mi hermana, tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre la suerte que han tenido nuestras hijas de no saber qué es ETA más allá de las referencias que aparecen en los medios de comunicación. Aprovechamos la ocasión para hablarles de Irene Villa, de Miguel Ángel Blanco, de Domingo Puente, de los atentados en la Plaza de República Argentina (Madrid), y un tristísimo y largo etc. Hablamos de cómo empezó todo, algo que hoy se puede ver gracias a la serie ‘La línea invisible’; tuvimos ocasión de hablar del miedo de unos y de otros en Euskadi, de la sociedad fracturada, con mención a la historia que Aramburu nos cuenta en ‘Patria’; les contamos cómo la espiral de odio y muerte en la que ETA entró solo condujo a un derramamiento de sangre y lágrimas abrasador, vacío e innecesario, y cómo la sociedad española (también la vasca) cercó a los asesinos hasta dejarlos sin aire y acabar con ellos, algo que no hubiese sido posible sin el trabajo de Guardia Civil y Polícía, sin la alianza con Francia, sin las instituciones vascas… Y ahí está todo eso en el documental de Prime ‘El Desafío ETA’, una pieza audiovisual de orfebrería, inquietante, dura, bien relatada…

Y en este punto me quiero detener unos instantes. Tras devorar uno a uno los capítulos del documental, quizás eche de menos algunas cosas. Personalmente me hubiese gustado tener más voces del entorno de ETA analizando cómo se sintieron dentro de la organización hechos como los de Sokoa, el asesinato de Yoyes, la reacción social vasca tras la salvajada de Ermua… las voces que salen no me parecen lo suficientemente acreditadas o representativas como para eso, aunque ni si quiera se les somete a esas cuestiones.

También eché de menos algunas declaraciones de Aznar sobre el 11M y la vinculación que desde su Gobierno se hizo del atentado con ETA. Visto con distancia, conocer sus palabras hubiese sumado a tener una visión más completa de todo aquello. Como también eché de menos alguna pregunta a Zapatero sobre su tristemente famosa frase «hoy estamos mejor que hace un año, y dentro de un año estaremos mejor que hoy», horas antes del atentado de la T4 en Barajas.

Pero si tengo que quedarme con un titular tras las ocho horas de metraje, es el que nos deja el histórico etarra ‘Teo’ Uriarte, quien afirma: «ETA es un hijo bastardo del franquismo». El odio necesita del odio, tanto como la violencia necesita de la violencia. Nadie hizo más por el crecimiento de ETA que el propio Franco y todos sus herederos. Y en ese sentido, a la frase de Uriarte me gustaría añadir que, si ETA es el hijo bastardo del franquismo, nuestra Guardia Civil es hoy día uno de los cuerpos policiales de más excelencia de Europa gracias a la banda terrorista que, al hacerla blanco de su repugnante estrategia, provocó una reacción en su seno, en sus mecanismos, en su funcionamiento, que hizo de ella un referente en la lucha contra el terrorismo en general y contra la delincuencia en particular. Es verdad que a lo largo de ese camino también se cometieron errores, errores que en algunos casos fueron juzgados y castigados. Pero como afirma el periodista (y uno de los productores de la pieza audiovisual) José Antonio Zarzalejos en el documental de Prime, la benemérita era, hasta los años 70, una policía caminera, algo que 50 años después queda muy lejos de la benemérita realidad.

Y aquí reside esa paradoja por la que titulo así este post. El ‘éxito’ de ETA, tras casi 1000 personas asesinadas, expandir su macabra sombra de muerte y destrucción por todo el país durante décadas y fracturar a la sociedad que pretendía amparar y proteger, se resume en ser una excrecencia de su íntimo enemigo, al menos el primigenio, a quien permanecerá unida para siempre, y hacer de la víctima preferente de su inexistente guerra, un cuerpo policial de élite, hoy incuestionable en nuestro país.

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