
Con 24 horas de retraso vi el programa de TVE que, protagonizado por Edu Madina y por Borja Sámper, nos recuerda el décimo aniversario de la derrota de ETA.
A estas alturas de película no vamos a descubrir a ninguno de los dos personajes. Tampoco sus historias son ya un misterio. Edu y Borja son memoria caliente del pais que un día fuimos y el epítome del país que aspirábamos a ser.
Del programa (estupendo) podríamos destacar innumerables frases disparadas a bocajarro por dos personas legitimadas por el sufrimiento y la lucha para ser protagonistas y portavoces de una sociedad al fin rehecha y que, durante muchas décadas anduvo separada por el miedo y por el odio.
Pero no quiero escribir este post por ninguna de las circunstancias que llevaron a Edu y a Borja a ser la metáfora de aquella lamentable y ya superada parte de nuestra historia. Al menos no es esa la metáfora que más me interesa destacar aquí. Prefiero señalar otra, no menos lamentable.
A lo largo de las trayectorias vitales de ambos personajes, las constantes apelaciones al diálogo, a la concordia, a la paz, a la convivencia conformaron el carácter de quienes se hacían oír entre gritos, amenazas y bombas, como aquel Lluch poseído y gritando a quienes después le mataron, “gritad, gritad, porque mientras gritéis no matareis”. La bandera que Borja y Edu solo eran capaces de enarbolar era la del respeto. Solo hay que recordar el vídeo del día en el que Madina, entre lágrimas y con las palabras secándose en su boca, reaparecía poco después de su atentado, hablando de paz y de convivencia.
Hoy, ni Borja ni Edu, a pesar de haber formado parte de eso que conocemos como esfera pública, ostentan representación alguna en las formaciones políticas que un día lideraron o aspiraron a liderar. Ninguno de los dos ocupa puesto alguno en sus partidos y, por tanto, están fuera de los ámbitos de influencia en los que su voz y su experiencia podrían ayudar a nuestra sociedad a ser un poco mejor.
Deberíamos hacernos una pregunta. No sé si un proyecto de país puede permitirse el lujo de mantener a dos personas así fuera de aquellos lugares donde ese proyecto se aquilataría con su discurso y su experiencia. Pero, tal vez, la desaparición de Edu y de Borja de aquellos espacios que un día ocuparon sea solo un síntoma. El problema no es, a lo peor, que estos dos señores no puedan ayudarnos desde dentro, sino que hemos construido una sociedad donde señores como ellos no tienen cabida. Y si eso es algo que me entristece y me hace más pequeño.